jueves, 29 de enero de 2009

Jueves 29 de enero de 2009

EL ALJIBE
* El Profe Cravioto
POR JAVIER E. PERALTA
Mirar el día es un privilegio para quien no tiene sino como costumbre el atardecer, el momento justo y exacto en que se apagan las luces, se guardan los corazones y por lo tanto la vida se detiene.
Hay una fuente en el periódico donde trabajo que no se cansa de cantar una vieja canción, antigua, gastada canción, pero constante, y que se traduce generalmente en un gorgoteo, en eso que Paz contó de manera magistral en la que dicen es su mejor poesía, y que no les voy a decir cuál es para que la duda nos lleve de vuelta a leerlo.
Hace unos años, cuando todavía vivía, él, no yo, el profesor Rafael Cravioto me contó la historia de ese texto. Me lo fue explicando hasta que finalmente supe que todo se reducía a un asunto de agua.
Después se murió, no dije murió, sino que se murió, dado que un hombre como él tenía la facultad de morirse cuando le viniera en gana.
No sé por qué hoy, jueves, me acordé de él, con sus lentes grandes de carey, su barba blanca, y la manía de platicar, platicar y platicar hasta que justo la tarde llegaba.
Cada semana lo visitaba en el tapanco que tenía por oficina en la universidad. Era la mañana, el sol resplandeciente y los libros como eje central del diálogo.
Era la mañana, después la tarde y Octavio Paz. A lo mejor por eso, la fuente que canta, el día que alcancé a ver. A lo mejor.
(Texto publicado el jueves 29 de enero de 2009, en la edición del diario vespertino CIUDAD, De Última Hora, en Pachuca, Hidalgo)

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