martes, 3 de febrero de 2009

MIércoles 4 febrero de 2009

RETRATOS HABLADOS
* Políticos bufones
* La Jornada
Javier E. Peralta
A VECES, NO EN POCAS OCASIONES
, el ejercicio político en nuestro país llega a los límites de la comedia para convertirse en otra cosa, rara, imposible de definir, pero que después de la risa provoca un sentido malestar por la forma tan ramplona con que alguno la asumen.
El caso típico y patético es Vicente Fox, ahora con su última recomendación de "encargar el changarro, que ya ven, yo lo hice por seis años". Pero por supuesto que no es el único y mucho menos exclusivo de un partido político.
Los políticos fanfarrones, con clara vocación de bufones, han abundado en la nación y en el estado de Hidalgo, con la única diferencia de que, a su modo de comportarse, pudieron sumar un buen ejercicio del poder. No todos, evidentemente, pero ninguno con resultados tan nefastos como el hombre de las botas.
Sin embargo habría que precisar que a su aire de graciosos, agregaban en muchos casos, un aire de rotunda prepotencia o locura, producto del ejercicio absoluto del poder político.
Dos casos siempre serán recordados: el del arquitecto Guillermo Rossell de la Lama, y el de don Humberto Lugo Gil. El primero, un gozador de la política y lo que esto implica, con tintes de mitómano y practicante empedernido de las bromas hirientes y pesadas en contra de quien se le pusiera enfrente.
Loco loco, pero no tanto, dirían los textos periodísticos de aquellos tiempos, porque pese a ese estilo tan poco ortodoxo de hacer las cosas, logró imponer un proyecto inteligente para hacer crecer a la capital del estado, y aplicar programas ambiciosos en todo el sentido de la palabra para el resto de la entidad.
Nadie pues, podría simplemente recordarlo por sus gracejadas, y sí en cambio porque se mantiene la imagen de un gobernante constructor, capaz de concebir planes de crecimiento a 20, 30 y hasta 50 años a futuro en cada una de las regiones de Hidalgo.
Es cierto, gustaba de tirar de un jeep que manejaba a toda velocidad a sus colaboradores, echarles café hirviente en la entrepierna, ponerlos a saltar la cuerda pese a su cargo de representantes de un poder, ponerlos a nadar con todo y ropa, golpearlos en la boca del estómago. En fin, no son pocas las anécdotas que dejó como herencia, pero la locura no marcó su ejercicio de gobierno, su realidad.
Insisto, se le recuerda y bien, porque gustaba de trabajar, sabía hacerlo. Fox no.
El otro caso es don Humberto Lugo Gil, que en el ocaso de su vida llegó a la gubernatura del estado. Era tarde para eso, y no supo entenderlo.
Seguramente pudo haber sido en un tiempo un buen titular del Poder Ejecutivo, pero a la edad en que finalmente se le cumplió el sueño, ya no, y los resultados son de todos conocidos.
Abusó del poder de manera escandalosa, en beneficio propio y sus fieles seguidores que cobraron, y caro, el tiempo largo de espera.
No sólo no hizo obra, sino la poca que decidió realizar, hoy es un monumento a la inutilidad y la corrupción que encierra, como es el dichoso puente del aeropuerto.
A lo anterior se suma el despilfarro a manos llenas para beneficiar con carácter de retroactivo a todos y cada uno de los que le juraron amor eterno, y esperaron, esperaron y esperaron para cobrar cara la afrenta.
Puede uno achacar lo anterior a la edad, pero la edad de ningún modo justifica un manejo tan poco escrupuloso del dinero, como tampoco la locura de Fox.
Decidido a gozar en pocos meses lo que le debían de vida, Lugo Gil gastó prácticamente los recursos de todo un año del siguiente gobernador, sin que nadie le pidiera cuentas, siquiera le insinuara esa posibilidad.
Quitó placas de inauguración con el nombre de su antecesor y puso las suyas; pintó fachadas y las hizo pasar como obra completa; se auto homenajeó hasta la hilaridad.
Por fortuna fueron unos meses. Qué si no.
En todas partes hay los que practican la política con tinte de bufones, de locos, de seniles en mente y cuerpo.
En todas partes.
EL CONSEJO DE ADMINISTRACIÓN DE LA EMPRESA "DESARROLLO DE MEDIOS" (Demos), que publica cotidianamente el diario La Jornada, habría decidido de última hora, no rentar su nombre para un diario que está por aparecer en territorio hidalguense, bajo la tutela del diputado federal, Gerardo Sosa Castelán, vía Gonzalo Villegas de la Concha.
Sin embargo, de acuerdo a las últimas versiones sobre el caso, se habría inclinado por dar su aprobación para que el nuevo periódico sea estructurado y planificado por esa casa editora, impreso en sus talleres, pero con la condición de que no se llame "La Jornada de Hidalgo".
Así las cosas parece que el misterio finalmente ha sido develado, luego de varias suspensiones en su aparición.
El no dar su apellido al naciente diario, busca a toda costa marcar distancia del periódico que está por aparecer en la entidad, y evitar herir susceptibilidades de personajes como Miguel Ángel Granados Chapa, fundador de La Jornada.
Pero, y así empieza a interpretarse, parece que el deslinde fue tan poco claro que no deslindó nada.
Más allá del juicio de valores que se pueda emitir acerca de una publicación, y que por ética sólo debe estar en manos del lector, lo importante es la generación de empleos para jóvenes hidalguenses egresados de diferentes universidades en la carrera de Comunicación.
Y por hoy es todo, nos leemos en la próxima.
peraltajav@gmail.com
(Texto publicado el miércoles 4 de febrero de 2009, en la edición del diario matutino PLAZA JUÁREZ, en Pachuca, Hidalgo)

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