domingo, 17 de mayo de 2009

Lunes 18 mayo 2009

RETRATOS HABLADOS

Murio Benedetti
Regreso a la “normalidad”

Javier E. Peralta


MARIO BENEDETTI MURIÓ AYER
a los 88 años de edad. El poeta y novelista uruguayo era, nadie lo dude, un lugar siempre propicio para hablar del amor; y el amor, todos lo sabemos, es una pócima espléndida que puede curar al más enfermo de los seres humanos.
Por eso tantos lo idolatraban, lo querían es mejor decirlo así. Porque en todo el trayecto de nuestras vidas en lo particular, se aparecía con alguno de sus textos, y de este modo era posible confesar un amor entrañable a partir de lo que escsribía, sabernos personajes centrales de sus letras y confesarnos entonces seres inolvidables, aunque en la realidad no lo fuéramos.
Gracias a Benedetti pudimos entender que cuando se ama, la relación de pareja da como resultado que en la calle se vea caminar a dos pero sean más que dos; gracias al poeta descubrimos que no hay espacio desperdiciado en las oficinas burócratas, porque entre papeles copiantes y borradores de máquina, fructifica el cariño, a veces eterno después de la muerte.
Benedetti, al igual que Sabines, supo cantar al único sentimiento que nos hace olvidar nuestra calidad de mortales: el amor, así de simple y sencillo, y lo elevó al rango que todos, de un modo u otro, buscamos a lo largo de nuestra existencia, y que es el de eje único y fundamental alrededor del que debe girara la vida.
José Saramago, el premio Nobel de Literatura, pidió en la agonía del poeta que la gente leyera poemas de Benedetti para que se curara. Estaba cierto que las palabras curan, y tenía razón.
Porque el poeta uruguayo abandonó el hospital a los pocos días.
Sin embargo tenía que morir, y ayer se fue a los 88 años.
José Emilio Pacheco asegura que el poema se hace en cada lector, se rehace, se reconstruye y adquiere su verdadera dimensión. Así las cosas, “Hagamos un trato”, es de usted que me lee, mío, del vecino, de todos, porque tenemos la libertad de usarlo a nuestro antojo y lograr que nos quieran, o nos odien, a costa de la interpretación que hagamos del mismo.
El poeta deja que sus escritos salgan un día para nunca regresar.
Uno los toma, los viste con prendas de diversos colores, les da el toque especial del momento y la ocasión, y en no pocas ocasiones, provocan que finalmente el amor se quede en las manos que copiaron con paciencia mayúscula la voz de Benedetti.
Luego entonces uno es el poeta.
Por eso recordar a Benedetti parece tarea obligada, y la mejor forma es con tomar una pluma, mirar el poema original, y hacerlo de uno, que para eso vivió el poeta uruguayo: para que su dolor, cariño, ternura, también nos pudiera pertenecer.
FINALMENTE HOY se reanudan las clases en el estado de Hidalgo y por lo tanto, de un modo u otro, la llamada normalidad regresará a los hogares, a la vida que es lo más importante. La “normalidad” puede ser entendida como la rutina, porque todo indica que sin rutinas que hacer estamos perdidos, ante la imposibilidad de nutrir la existencia de novedades cada hora.
Si algo puede perdernos en la ruta trazada quién sabe hacia qué lugar, es que nos empecemos a sentir extraños en un mundo al que considerábamos nuestro, parte integral de la piel.
El efecto inmediato será siempre la incredulidad casi absoluta, porque todo deja de sorprendernos cuando vamos de sorpresa en sorpresa, y por lo tanto es de vital importancia que estas acciones que nos sacan de la rutina sean racionadas, tomadas a cucharadas.
Pero hoy, le insisto, la normalidad tiene fecha exacta para regresar a nuestras vidas, y de este modo sentirnos un poco más “normales”, al menos en lo que se refiere a horarios y costumbres.
Y por hoy es todo, nos leemos en la próxima.

peralatajav@gmail.com

(texto publicado el lunes 18 de mayo de 2009, en la edición del diario matutino PLAZA JUÁREZ, en Pachuca, Hidalgo)

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