jueves, 9 de abril de 2009

Lunes 13 de abril de 2009

EL ALJIBE

* Las cruces de la carretera

POR JAVIER E. PERALTA

Terminó la semana santa. Las carreteras quedaron tapizadas de cruces, es decir de muertos, es decir de personas que nunca pensaron abandonar el mundo cuando el momento era gozo y festejo. Es decir que se fueron sin sospechar siquiera que esto iba a ocurrir. Por eso son difuntos que andan por ahí, perdidos, sin saber a ciencia cierta lo que pasó.
Donde quiera que usted vea una cruz y flores, cuando las hay, estará ante un muerto que todavía no alcanza a comprender cómo, por qué fue desterrado del mundo de los vivos. Es pues una obligación de todos colocar el último rastro de su estancia en la tierra.
No hacerlo los colocaría en el papel de la nada, y eso es absurdo, aún cuando pareciera cierto. Llegar de quién sabe dónde para esfumarse, hacerse no viento, no oscuridad, no ausencia, sino nada, literal y dramáticamente nada, es algo que ni el peor de los difuntos merece.
Las cruces de las carreteras son la guía roji de las almas que se desprendieron del cuerpo a una velocidad que sólo las autopistas pueden generar, tan rápido, tan de pronto que se pierden y dan tumbos contra el pavimento, el auto que chocó, la ambulancia que se lleva su hogar, es decir el cuerpo.
La semana santa que acaba de terminar, como hace siglos, dejó almas que no dan con la ruta para encontrar algo, lo que sea, una señal, un guiño de ojo, una simple, sencilla razón para terminar de vagar por la tierra.
Así que respete las cruces. No es el llanto del que se quedó, es el único faro en la inmensidad del mar, que es la tierra, para las almas perdidas.
(Texto publicado el lunes 13 de abril de 2009, en la edición del periódico semanal CIUDAD, de Última Hora, en Pachuca, Hidalgo)

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